lunes, 30 de diciembre de 2013

Los cubanos: somos lo que somos

Visión de Cuba desde Manatí

Con este título, el amigo Jorge Alejandro Acuña Acuña Pérez acaba de circular este mensaje  y me gustaría compartir con ustedes.

Cuando Dios hizo al mundo, quedó tan asombrado por la bonitura de su
obra, que dejó caer entre los dedos cascajos involuntarios que fueron la
más bella chambonada de la creación: el archipiélago cubano.
Conmovido por la feliz casualidad, no puso en él ni fieras, ni
escorpiones, ni víboras ni volcanes, ni cosa alguna que lastimara a los
soñadores de la intemperie. Fue así que con el tiempo y los sucesos
nació lo criollo en el aluvión de las razas, golpe de amor y faena, en
la obsesiva añoranza de ser país, nación, desmesura de lo suyo.
De España heredaron la adarga y la terca y elegante altanería
quijotesca; de África el pie fácil para el baile, el oído musical, la
sonrisa a ultranza y algún que otro atributo (del cual carecen los
chinos), de China la tenaz resignación, el misterio; de Francia la
discreta elegancia del amor en pareja, los adornos de la vida.
Todo el aire que respiran viene del mar, la arena de sus playas es como
polvo de oro, en su tierra la semilla germina sin ayudas, no tienen
inviernos ni veranos, sino todo lo contrario, con una media de 25oC,
imprevistos y efímeros aguaceros y una corta temporada en que las masas
frías anulan algunas horas el paisaje.
Al cubano le gusta el buen vivir sin debérselo a nadie y para
conseguirlo ejercita todas sus artes y mañas, apela a la suerte, a lo
divino, o lo resuelve con picardía tropical, para todo crea un chiste,
una broma, su alegría cubana.
Aunque todavía usan bueyes para roturar la tierra, ya se ven desde el
cosmos y comprueban que los cartógrafos no se equivocaron al dibujarlos
con silueta de caimán.
Apuestan siempre a tener lo mejor, ya sea la mujer o la tumbadora, los
zapatos o el sillón del portal. Les gusta la mesa bien servida, el menú
diverso, suma sabrosa del congrí, el pollo frito y los tachinos , el
tasajo con boniato, el picadillo con papas fritas, el puerco asado y la
yuca con mojo, los frijoles negros, el huevo frito, el chilindrón, el
fricasé o el ajiaco resucitador.
Son también apegados al dulce, los cascos de guayaba, el ajonjolí , el
boniatillo y la raspadura, los merengues, el flan, la natilla y
caramelos, pero lo mejor de su dulce azúcar pasa por los alambiques y
termina en los toneles donde se añeja un ron superior, si, el mejor del
mundo.
Al final, la imprescindible tacita de café, sabroso, fuerte y
aromático, y el habano de perfume sonsacador, quizás lo único que les
sigue identificando con los primeros cubanos.
Pero también saben sentarse a la mesa escasa, si no hay pan comen
casabe, todos los días repiten el milagro de los panes y los peces, son
inventores audaces de la supervivencia.
El cubano lo sabe todo, lee los periódicos entre líneas y solo necesita
un par de cervezas para arreglar el mundo. Eso sí, es de memoria flaca,
no devuelve libros prestados y sólo se acuerda de Santa Bárbara cuando
truena.
La necesidad ha sido su maestra, el orgullo su consejero, pero atienden
más a las razones del corazón que a las evidencias de la oportunidad y
la conveniencia. Son gente de paz, no les ciega la victoria, pero no
saben perder. Enfrentaron la dominación colonial con coraje, pelearon en
condiciones inferiores contra tropas más numerosas que la suma de las
emplazadas contra O´Higgins, San Martín y Bolívar.
Entre ocho mil especies de su rica flora, adoran a la ceiba, respetan
la palma real, árbol nacional, su flor es la mariposa y el ave nacional
es el tocororo. Su deporte es la pelota, su juego el dominó, con piezas
que suenen fuerte sobre la mesa.
Necesitan muy poco espacio para ser felices, saben multiplicar los
domingos, son fiesteros, desinhibidos, noveleros, rehúsan el tratamiento
de usted, entran en las casas hasta la cocina, se burlan de su propia
desgracia, hasta en los funerales se cuentan chistes.
Son el mejor amigo del perro, cohabitan también con gatos, cotorras y
gallos finos. Les gustan las azoteas, los balcones, el rumor de las
guitarras y los ríos, el esplendor bullicioso del carnaval, la playa, el
malecón, la guayabera, la cerveza helada.
Son dicharacheros, escandalosos, desmesurados. Hijos del cálido clima
en los límites tórridos, se les tilda de violentos, improvisadores,
tropicalmente despaciosos, amigos del choteo y del relajo, expansivos,
inconstantes, derrochadores, presumidos.
Desprecian a los delatores, envidiosos, a los cazadores de
oportunidades ajenas, detestan la ambición, la mentira y la avaricia, la
doble cara y el lamento. Saben apreciar lo grandioso de la menudencia,
la brevedad de la vida, el sentido obligado de la reciprocidad, aunque,
como dijera un patriota, a veces no llegan y otras se pasan.
Creen en el azar, el martes trece y los horóscopos, en la cartomancia,
el biorritmo y el mal de ojos. Tienen varios dioses y cielos, su Olimpo
está disperso de Nairobi hasta Roma.
Cuba es hacendosa y constante, candorosamente hospitalaria, espontánea,
solitaria, material noble para cualquier noble empeño. Es también una
palabra bonita como guaracha, mulata, guateque, siboney.
Son buenos en los oficios y artes, y también en el amor, que hacen con
vehemencia y concediéndole tiempo al encanto.
No les asustan los huracanes ni los augurios, si se miran a un espejo,
ven la buena voluntad con biografía complicada.
SOMOS, EN FIN, LO QUE SOMOS: ¡CUBANOS!
RICHARD E. SAUMELL