Yandier García Labrada, El Vaquero (ACN/Foto: Yaciel Peña) |
Por Adalys Ray Haynes.
A Yandier García Labrada nadie lo conoce por su nombre en Manatí. Usa día y noche un sombrero tejano, negro, acordonado y de alas anchas. Le dicen El Vaquero.
No es hombre que anda por los potreros tras el ganado, ni a la zanca de un caballo. Zurdo, discreto, humilde, joven, ya canoso, el alias está muy alejado de la rutina de una vida que decidió llevar con pocas palabras y sonrisas discretas.
En realidad a su oficio en la Empresa de Flora y Fauna le llaman «cocodrilero». Tiene experiencia como nadie en la atención a los cocodrilos americanos (Crocodylus acutus) que habitan en la Reserva Ecológica Bahía de Nuevas Grandes-La Isleta, al norte de Las Tunas, y muchos le deben la supervivencia a esas manos que saben cuidar de un crío abandonado.
Marcar un recién nacido y cuidar de la reproducción de la especie no es trabajo que lo detenga, tampoco teme, ni al más grande de esos reptiles, ni siquiera a la inmensa cocodrila que vio anidar por aquellos predios.
Eso lo aprendió con el tiempo, tras los largos recorridos en la carreta que atravesaba extensas zonas boscosas, hasta llegar a un estero. Allí esperaba el cambio junto a sus compañeros. Los del otro lado venían con la lancha plástica y endeble, y casi siempre lo elegían para remar, lo encargaban de salir al mar profundo de la Bahía de Nuevas Grandes, y de ahí al muelle de la Estación Biológica, La Isleta.
Frente al mar pasaba siete días de su vida El Vaquero, en el islote. A sus espaldas el bosque que preserva un patrimonio de flora y fauna de incalculable valor. La elevación, el fango y el humedal, y también el hábitat de esos animales que protegió tanto, por sobre todo a las hembras que salían a poner sus huevos entre piedras, porque entre las piedras nace allí la descendencia.
Recorría ese espacio natural cada jornada, y nunca fue atacado. También recibía la visita de investigadores, de la bióloga, de los y las que venían a acompañar el trabajo y patentar su maestría para atender cocodrilos.
Estaba en la estación cuando en el 2008 anunciaron el paso del huracán Ike por la costa norte tunera, él y el equipo de técnicos al que pertenecía fueron evacuados inmediatamente.
Sus cocodrilos sobrevivieron al desastre, las paredes de la estación se destruyeron, pero fue preservado uno de los bienes más valiosos de la Reserva, sus recursos humanos, expertos que conocen el mar y la tierra, y cuidan en silencio como El Vaquero.
Por este hombre pregunté hace unos días a su director y se quedó mudo. Me dijo al rato: «Ya no está en La Isleta, es una pérdida sensible, ahora trabaja en la oficina, de custodio».
No lo quería creer así que levanté el teléfono y llamé dos días después. Eran las 5 y 40 de la mañana, y una voz segura respondió: «Por acá El Vaquero, un momento que están llamando de la Isleta».
De lejos sentí que respondió a los que fueron sus colegas a través de la planta y regresó a atender mi llamada.
¿Ya no estás en la estación?: «No, mi mamá está enferma, y no puede quedarse sola. No puedo estar tantos días fuera».
¿Y los cocodrilos?:«Un día voy a volver».
No pregunté nada más. Igual él no iba a responder mucho. Lo conocí en una visita periodística a la que fuera su área de trabajo y siempre estuve al tanto de su vida.
Yandier García Labrada, El Vaquero (ACN/Foto: Yaciel Peña) |
Es de esas personas que te marcan el alma y las sientes familiar. Además tomé por allá un buen café que hizo para nosotros y fui yo la primera en probar, sin olvidar que salió al monte a buscar unas hierbas que curaron para siempre mi repetitivo catarro. Las trajo en el bolsillo de la camisa y me las entregó sin muchas explicaciones.
Cada persona es una vida, una historia y tiene razones para vivirla o cambiarla. Igual yo quiero decir: El Vaquero, ya no está en La Isleta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario