viernes, 22 de septiembre de 2017

Coreanos en Manatí: otra parte de nuestra historia 2

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Portada libro.
Fundación Fernando Ortiz
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Con el título ¡Coreanos a estribor!, el colega Juan Morales Agüero publicó en Juventud Rebelde, el 25 de junio de 2011, un interesante artículo sobre la llegada al Puerto de Manatí de 300 inmigrantes asiáticos. A continuación compartiré con ustedes, poco a poco, este texto con la intención de difundir, por esta vía, otro retazo de la historia de nuestro Querido Manatí.

¿Desde México?

La revista Bohemia ha incursionado en más de una ocasión sobre este curioso acontecimiento migratorio. Un artículo titulado La huella de los coreanos, escrito por Alberto Pozo, intenta explicar las razones de la procedencia azteca de los emigrantes coreanos.
«¿Por qué desde México?», se pregunta. Desde el siglo XIX, la península de Corea era bocado codiciado y mordido por varios imperios ambiciosos. La vida era un infierno, azotada por guerras, y entre sus secuelas, el hambre.
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Coreano en labores agrícolas.
Foto de Internet. 
«Los traficantes de personas, irónicamente, la vieron fructífera para sus negocios. Y vendieron este señuelo: ¡México, tierra de paz, de abundantes cosechas, de vida libre, próspera y sana!
«Sin contrato, embarcados en condiciones miserables, el 5 de abril de 1905 arribaron 1 030 coreanos al puerto mexicano de Salinas Cruz. De allí fueron transportados en casillas ferrocarrileras de mercancías hasta la ciudad de Mérida, Yucatán, centro de distribución hacia las haciendas henequeneras.
«México no resultó Jauja. Continuó la incertidumbre y la pobreza. Eso sí, aprendieron un nuevo oficio: el corte de henequén.
«De pronto, otra esperanza: Cuba. Ya del grupo unos pocos habían regresado a Corea; otros emigraron a Estados Unidos, ayudados por una colonia anterior que se había asentado en la costa este de aquel país. Una buena parte se radicó definitivamente en México: habían ocurrido muchos matrimonios con naturales de esa tierra. Pero otros, en su sed de esperanza, oyeron los cantos de sirena del período de auge de la industria azucarera inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial: las llamadas Vacas Gordas.
«No lo esperaban, encontraron… las Vacas Flacas. Europa había recuperado su industria remolachera. Los almacenes del mundo estaban llenos de sacos de azúcar. Se desplomaron los precios. Sobraban los cortadores de caña. De nuevo los coreanos se sumergieron en aguas de miseria».
Continuará...

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